
En nuestras carreras diarias, donde la rutina es el factor dominante en nuestras vidas, apenas logramos mirar hacia delante ... ensimismados en los quehaceres y concentrados en la tarea mecánica de cumplir con la lista de deberes y obligaciones que tenemos registrados en nuestra agenda mental.
Y así es como se nos va el día ... el año ... la vida. Y también la alegría, el bienestar y la salud . Nos enfocamos en metas y objetivos, muchas veces lejanos de lo personal, que no responden a ninguno de nuestros sueños o necesidades íntimas . Por otro lado, al vivir preocupados en cultivar en nosotros las expectativas y exigencias ajenas, en sumar logros, éxitos, status, en crear una imagen aceptable de nosotros mismos para encajar en la sociedad, no nos damos el tiempo de cultivar y potenciar nuestras cualidades personales, de escuchar a nuestra propia voz - aquella que muchas veces nos grita, insistentemente, y a la cual le ordenamos callarse. Simplemente cerramos nuestros oídos porque no tenemos tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. Para regalonearnos y regalonear. Postergamos cosas, decisiones ... nos postergamos, con el afán de tener más tiempo para distraernos en todo aquello que poco a poco nos va alejando de quienes somos, de nuestro YO que lucha incansablemente en el intento de abrir un espacio en nuestras vidas para lograr SER. Sacrificamos nuestra salud física, mental, espiritual y emocional, en pos de ser un ciudadano cumplidor, competente, eficiente, y socialmente reconocido y valorado.
Queremos tener todo bajo control, en sus más mínimos detalles, seguir las reglas, cumplir con las normativas ... y terminamos olvidándonos de que nada estará nunca bajo control, si no logramos obedecer primero aquellas reglas básicas que ordenan nuestro mundo interior. Una de ellas, y quizás la más importante de todas, es la gratitud. Gratitud por lo que somos, por lo que ya hemos logrado, por lo que nos es regalado todos los días - silenciosa y anónimamente - y por todos aquellos que son parte de nuestra vida y de nuestro destino.
El vivir en gratitud, y el SER en gratitud, nos abre un nuevo espacio, un nuevo universo, lleno de un mágico poder, en el cual todo se multiplica, se amplifica, se propaga y nos permite vivir en un verdadero “estado de gracia”. La gratitud genera más gratitud, nos une a través de fuertes lazos de amor, de entrega, cariño y amistad ... de una forma muy especial, ya que cuando agradecemos, asumimos reconocer la alegría y la felicidad que alguien fue capaz de depositar en nuestro corazón. La gratitud es sinónimo de un alma contenta y de un espíritu colmado de placer. Cuando agradecemos, reconocemos que ha llegado una bendición a nuestras vidas, y, al escuchar palabras de gratitud, nuestras fibras más íntimas reciben un estímulo directo que nos alienta a dar, cada vez más. La gratitud también nos sana ... ella es el nutriente de nuestra empatía y alimenta nuestros deseos de ser mejores cada día.
GRACIAS!
GRACIA!
Toda mi GRATITUD a todos los que están y han estado conmigo, en cada grande ... pequeño ... o pequeño gran momento de mi vida!!!